UN PARAÍSO CON ALMAS INCORPÓREAS

EGW diciembre 1, 2022
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En  el  error   fundamental  de  la  inmortalidad  natural,  descansa  la doctrina del estado consciente  de los  muertos,  doctrina que,  como  la de los  tormentos  eternos,  está en pugna  con  las enseñanzas  de las Sagradas Escrituras,  con  los dictados  de la  razón  y con  nuestros  sentimientos  de humanidad.  Según  la creencia  popular,  los  redimidos en el cielo están al cabo de todo  lo que pasa en la tierra,  y especialmente de lo que les pasa a los amigos que dejaron atrás. ¿ Pero cómo  podría  ser fuente  de dicha para los  muertos  el tener  conocimiento de  las aflicciones  y congojas  de los vivos,  el ver los pecados  cometidos por  aquellos  a quienes  aman  y verlos sufrir todas las penas, desilusiones y angustias de la vida?¿ Cuánto podrían gozar de la bienaventuranza del cielo los que revolotean  alrededor de sus amigos en la tierra?  ¡Y cuán  repulsiva  es la creencia de que,  apenas exhalado el último suspiro, el alma del impenitente es arrojada  a las llamas del infierno!  ¡En  qué  abismos  de dolor  no deben  sumirse  los que ven a sus amigos bajar a la tumba  sin preparación para  entrar  en una  eternidad de pecado y de dolor! Muchos  han sido arrastrados a la locura por este horrible pensamiento que los atormentara.  ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras a este respecto? David  declara que el hombre no es consciente en la muerte:  «Sale su espíritu, y él se torna  en su tierra:  en ese mismo  día perecen sus pensamientos». Salmo  146:4 (VM).  Salomón  da el mismo  testimonio: «Porque  los que  viven  saben  que  han  de  morir:  mas los  muertos  nada saben».  «También su amor, y su  odio  y su envidia,  feneció  ya:  ni tiene ya más parte  en el siglo,  en todo  lo que se hace debajo  del sol».  «Adonde tú vas no hay obra,  ni industria,  ni ciencia,  ni sabiduría».  Eclesiastés  9:5, 6, 10 (El conflicto de los siglos, p. 533).

«Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.  Por lo cual mi corazón  se alegró, y se gozó mi lengua, y aún mi carne descansará en esperanza; porque  no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu santo vea corrupción».

Pedro demostró que aquí David no se estaba refiriendo a sí mismo, sino definidamente a Jesucristo …  David,  como  rey de Israel,  y también  como profeta, había sido especialmente  honrado por Dios. Se le mostró en visión profética  la vida y el ministerio  futuros de Cristo. Vio su rechazamiento,  su juicio,  su crucifixión, su sepultura,  su resurrección y su ascensión.

David dio testimonio de que el alma de Cristo  no quedaría  en el Hades (la tumba),  y que  su carne no  vería corrupción.  Pedro  comprobó que  esta profecía  se cumplió  en Jesús de Nazaret.  Efectivamente  Dios  lo levantó de la tumba antes que su cuerpo  viera corrupción. Era entonces el Exaltado  en el cielo de los cielos (La historia de la redención, pp. 254, 255).

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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022.
4to. Trimestre 2022 «¿QUÉ ES EL HOMBRE? “LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA”»
Lección 10: «EL FUEGO DEL INFIERNO»
Colaboradores: Wilber Valero & Esther Jiménez

 

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