RESURRECCIONES ANTES DE LA CRUZ

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La incondicional obediencia de Abraham  fue  uno  de los casos más notables de fe y confianza  en Dios que se encuentran en los anales sagrados. Con  la sola promesa  de que  sus descendientes poseerían Canaán,  sin la menor  evidencia  externa, siguió adonde  Dios le llevaba, cumpliendo plena y sinceramente las condiciones de su parte  y confiando en que el  Señor cumpliría fielmente  su palabra.  El patriarca  fue adonde Dios le indicó que era su deber  ir; pasó por el desierto sin terror; vivió entre naciones idólatras, con el único pensamiento: «Dios habló; obedezco  su voz; él me guiará y me protegerá»  (Testimonios para  la iglesia,  c. 4, p. 516).

Todos  los seres creados viven por  la voluntad  y el poder  de Dios. Son recipientes de la vida del Hijo  de Dios. No importa cuán capaces y talentosos sean,  no importa cuán amplias  sean sus capacidades,  son provistos  con la vida que procede  de la Fuente de toda vida. Él es el manantial, la fuente de vida. Solo el único que tiene inmortalidad, que mora en luz y vida, podía decir: «Tengo poder  para ponerla  [mi vida], y tengo  poder  para volverla a tomar». Juan  10:18 (Mensajes selectos,  t. 1 ,p. 354).

El hablar  de  religión  de  una  manera  casual,  el orar  sin hambre  del alma ni fe viviente, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que le acepta simplemente como  Salvador  del mundo,  no puede traer  sanidad  al alma. La fe salvadora no es un mero asentimiento intelectual a la verdad. El que aguarda  hasta  tener  un  conocimiento  completo antes de  querer  ejercer fe, no puede recibir  bendición de Dios. No  es suficiente creer acerca de Cristo;  debemos creer  en él. La  única  fe  que  nos  beneficiará es la que le acepta a él como  Salvador  personal; que nos pone  en posesión  de sus méritos. Muchos estiman que la fe es una opinión. La fe salvadora es una transacción por la cual los que reciben  a Cristo  se unen  con Dios mediante un pacto.  La fe genuina  es vida.  Una  fe viva significa  un aumento de vigor, una confianza implícita por  la cual el alma llega a ser una potencia vencedora …

Nuestra confesión  de su fidelidad  es el factor  escogido  por  el Cielo para  revelar  a Cristo  al mundo. Debemos   reconocer su gracia como  fue dada a conocer por  los santos  de antaño;  pero lo que  será más eficaz es el testimonio de nuestra propia  experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos  en nosotros  mismos  la obra  de un poder  divino.  Cada persona tiene  una vida distinta de todas  las demás y una experiencia  que difiere  esencialmente  de la suya.  Dios  desea que nuestra alabanza  ascienda a él señalada por  nuestra propia  individualidad.  Estos  preciosos   reconocimientos  para alabanza  de la gloria de su  gracia,  cuando  son  apoyados por una vida semejante a la de Cristo,  tienen  un poder  irresistible  que  obra  para  la salvación de las almas  (El Deseado de todas las gentes, pp. 312,313).

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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022.
4to. Trimestre 2022 «¿QUÉ ES EL HOMBRE? “LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA”»
Lección 5: «RESURRECCIONES ANTES DE LA CRUZ »
Colaboradores: Wilber Valero & Esther Jiménez

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