LA RESURRECCIÓN DE MOISÉS

EGW octubre 22, 2022
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Una  tumba  en  el desierto  fue el fin  de  aquellos  años  de  trabajo  y congoja pesada [de Moisés).  Pero «Aquel que es poderoso  para hacer todas las cosas mucho  más abundantemente de lo que pedimos o entendemos», Efesios  3:20.  había  contestado  en esta  medida   la oración  de  su  siervo. Moisés pasó bajo el dominio de la muerte, pero no permaneció  en la tumba. Cristo mismo le devolvió la vida. Satanás, el tentador, había pretendido el cuerpo  de Moisés por  causa de su pecado; pero  Cristo  el Salvador lo sacó del sepulcro. Judas 9.

En  el monte  de la transfiguración,  Moisés  atestiguaba la victoria  de Cristo  sobre el pecado y la muerte. Representaba a aquellos que saldrán del sepulcro en la resurrección  de los justos. Elías, que había sido trasladado  al cielo sin ver la muerte, representaba  a aquellos  que estarán viviendo  en la tierra cuando venga Cristo  por segunda vez, aquellos que serán «transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta»; cuando  «esto mortal sea vestido de inmortalidad», y «esto corruptible fuere vestido de incorrupción».  1  Corintios 15:51-53     ( El Deseado de todas las gentes, p. 390).

El Padre eligió a Moisés y a Elías para que fueran  sus mensajeros delante de Cristo, para que lo glorificaran con la luz del cielo y hablaran  con él acerca de su próxima  agonía,  porque  ellos habían  vivido en la tierra como hombres. Habían experimentado el dolor y el sufrimiento humano y podían simpatizar con las pruebas de Jesús en su vida terrenal.  Elías, como profeta de Israel, había representado a Cristo y, en cierto  grado, su obra había sido similar a la del Salvador. Y Moisés, como caudillo  de Israel, había estado en el lugar de Cristo, había hablado  con él y seguido sus instrucciones. Por lo tanto,  estos dos, de entre toda la hueste que se congrega en torno al trono  de Dios, eran los más aptos para servir al Hijo de Dios ( Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t.  5, p.  1071).

Cristo  vino a este mundo con el exclusivo propósito de manifestar la gloria de Dios, para que el hombre  pudiera ser elevado por su poder  restaurador.  Le fueron  dados  todo poder y gracia.  Su corazón  era un manantial de agua viviente, una fuente  inagotable, siempre  lista para fluir en raudales ricos y claros hasta los que la rodeaban.  Empleó  toda  su vida en una benevolencia  pura  y desinteresada.  Sus  propósitos estuvieron  llenos  de  amor y simpatía. Se regocijaba  al poder  hacer más por  sus seguidores de lo que ellos podían  pedir o pensar.  Su constante oración  por ellos fue que fueran santificados  por  la verdad,  y  oró  con  certeza,  sabiendo  que  antes  de  que existiera  el  mundo   se  había  promulgado   un  decreto   todopoderoso.  Sabía que el evangelio  del reino sería predicado  en todo  el mundo; que la verdad, armada  con  la omnipotencia del  Espíritu  Santo, vencería  en la lucha con  el mal; y que el estandarte ensangrentado flamearía triunfante un día sobre sus seguidores  (A fin de conocerle, p. 39).

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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022.
4to. Trimestre 2022 «¿QUÉ ES EL HOMBRE? “LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA”»
Lección 5: «RESURRECCIONES ANTES DE LA CRUZ »
Colaboradores: Wilber Valero & Esther Jiménez

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