La psicología de vacilación ante la vacuna: ¿Puede la iglesia ayudar?

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20 de abril de 2021 | Loma Linda, California, Estados Unidos | Por Carlos Fayard, PhD, para Noticias de la División Interamericana

Uno de los componentes más negativos de cómo se ha hecho frente a la pandemia tiene que ver con factores psicológicos. Desde el impacto de la cuarentena inicial hasta la fatiga por la pandemia, el papel de las conductas y creencias a la hora de seguir medidas mitigantes (por ej., usar la mascarilla, practicar el distanciamiento social y lavarse las manos) y ahora, ser vacunado, todo ello tiene un impacto importante para poner fin a la pandemia y salvar vidas.

Hace unos meses, mi esposa y yo nos unimos a un grupo de WhatsApp creado por nuestros excompañeros de la escuela secundaria, ahora que estamos cerca del 50° aniversario de nuestra graduación. Disfrutamos de ver fotografías de sus hijos y nietos, de sus jardines y hogares, e historias del pasado. Sin embargo, no estábamos preparados para ver la intensa reacción de muchos respecto de la pandemia y ahora de las vacunas: “El COVID es un engaño”; “esta es una maniobra de los que tienen poder para controlar a la gente”; “las vacunas son peligrosas”; “el que se vacuna es una rata de laboratorio”; “es mejor confiar en los remedios naturales”; “¿En quién vas a confiar? ¿No temenos acaso que confiar en Dios?” Todas estas personas son graduadas de una institución educativa adventista y todas las citas que menciono pertenecen a miembros actualmente activos de la Iglesia Adventista. Hay un par de médicos, un grupo de enfermeras, incluida una que supervisa programas de vacunación en una gran ciudad. Todos ellos forman parte de los escépticos. Un breve y excelente video que explica las vacunas contra el COVID, preparado por un profesor y experto adventistas de la Universidad de Loma Linda también fue rápidamente desautorizado. Mi esposa, que es profesora en la Facultad de Medicina de Loma Linda y es recordada por nuestros compañeros como una estudiante excelente, ofreció amablemente algo de información adicional sobre el tema, pero le dijeron que estaba “mal informada”.

No sé cuán prevaleciente es este sentimiento entre los miembros de la iglesia y la comunidad que nos rodea en el lugar en que vivimos, pero la mayoría de nosotros concuerda en que vacunarse es fundamental para cambiar la tendencia de la pandemia y para proteger vidas. Hace poco perdimos nuestra cuñada por COVID antes de que pudiera ser vacunada. “Vacilación ante la vacuna” es como los investigadores están describiendo este fenómeno. La situación y los argumentos en torno al COVID son mayormente únicos a este virus, pero la conducta y las creencias sobre la vacunación no son radicalmente diferentes de los usados en el pasado con otras afecciones médicas.

¿Cómo tenemos que entender la vacilación ante la vacuna? ¿Podría la iglesia jugar un papel constructivo con sus miembros y las comunidades circundantes para disminuir la sospecha y aun contrarrestar las informaciones falsas?

Creencias, conductas y vacilación ante la vacuna

No hay nada nuevo en que las personas vacilen ante tratamientos médicos y vacunas. La pandemia, sin embargo, ha convertido en imperativo que la mayoría de nosotros se vacune para alcanzar la inmunidad de rebaño. La vacilación ante la vacuna se refiere a un retraso en la aceptación o a la negativa a vacunarse a pesar de la disponibilidad de los servicios de vacunación. La investigación señala que hay cinco determinantes a nivel individual respecto de la vacilación ante la vacuna: confianza, complacencia, conveniencia (o restricciones), cálculo de los riesgos y responsabilidad colectiva. La confianza denota que se confía en la efectividad y seguridad de las vacunas. La complacencia, se dice, está presente cuando los riesgos percibidos de enfermedades que previene la vacuna son bajos, y no se considera necesaria la vacunación (“el COVID afecta a un porcentaje muy pequeño de la población”). Las restricciones denotan barreras al acceso a la vacunación. Los cálculos de riesgo indican una comparación deliberada de los riesgos de contagio y vacunación, de los que deriva una decisión (“nadie sabe si la vacuna brinda protección verdadera en el tiempo”). La responsabilidad colectiva se refiere a la disposición de proteger a otros por la vacunación propia (“Voy a dejar que los demás se vacunes para alcanzar la inmunidad de rebaño”).(1)

Es posible la prominencia de las creencias y conductas de cada uno de estos impulsadores de la vacilación ante las vacunas. Permítanme destacar el papel de la confianza. Un estudio reciente en el Reino Unido destaca el papel de la confianza en la información de los que aceptan la vacuna y de los que tienen dudas al respecto: “Los que resisten a una vacuna contra el COVID-19 tienen menos probabilidades de obtener información sobre la pandemia de fuentes tradicionales y con autoridad, y tuvieron niveles similares de desconfianza en esas fuentes en comparación con los encuestados que aceptan la vacuna” (p. 1). (2).

Es fundamental prestar atención al papel de las emociones. El psicólogo y científico de la salud pública Perry Halkitis lo expresa de esta manera: “Las emociones y las condiciones psicosociales muy a menudo usurpan la lógica y la razón, lo que a su vez alimenta la enfermedad […]. Los expertos tienden a pasar por alto la desconfianza médica, el temor y la evitación, y el estigma” (p. 1292). (3) En efecto, estamos hablando de áreas sumamente distintas del cerebro que procesan la información racional y reacciones basadas en las emociones. Las emociones, entonces, más que la lógica, impulsan la información errónea, la desinformación y las teorías conspirativas respecto de la vacuna.

Información errónea, desinformación y teorías conspirativas

La desinformación que esparce estratégica y deliberadamente información falsa; la información errónea que es información falsa, no necesariamente con la intención de confundir; y la desconfianza que denota más que la falta de confianza porque muestra una sospecha de mala intención (lo que se suelen denominar “teorías conspirativas”); todas estas fomentan el temor, promueven la evitación y llegan a ser la “razón de ser” de la vacilación sobre el proceso de vacunación. Las creencias conspirativas son “intentos de explicar la causa última de un evento […] como una trama secreta de parte de una alianza encubierta de individuos y organizaciones poderosos, en lugar de una actividad abierta o suceso natural. Puede resultar difícil presentar evidencias en forma persuasiva para refutar estos tipos de ideas, en especial porque los expertos suelen ser vistos como parte de la conspiración, y las nuevas piezas de evidencia pueden ser racionalizadas como parte de una narrativa existente” (p. 1). (4)

Nuestros excompañeros de clase participaron de esparcir información errónea (por ej., “nadie sabe de qué manera la vacuna afecta los genes”) y repitieron teorías conspirativas (por ej., “las compañías farmacéuticas solo quieren ganar dinero en lugar de promover los remedios naturales”). Pueden ver por qué, la explicación de nuestro colega de Loma Linda y aun los argumentos de mi esposa fueron descartados. Ambos apuntaban a la parte del cerebro que se ocupa de la razón, mientras que nuestros compañeros de clase estaban procesando su comprensión con la parte del cerebro que se ocupa de las emociones.

¿Puede la iglesia ayudar?

¿Podría la iglesia ayudar a tratar con la vacilación frente a la vacuna, la información errónea y aun ayudar a enfrentar las creencias conspirativas? En efecto, la iglesia organizada y los miembros de iglesia ya han contribuido brindando declaraciones escritas, piezas de información y han diseminado información correcta, además de convertirse en lugares de vacunación. ¿Podría la iglesia ayudar a hacer frente de manera más directa a los temores y la evitación de la vacilación ante la vacuna? Yo creo que sí.

Permítanme compartir algunas maneras en la que se puede llevar a cabo esto, sobre la base de algunos de mis trabajos con una comunidad de fe no adventista, aclarando que aquí no es posible discutir todas las cuestiones.

1. Enmarque el mensaje, teniendo en cuenta que al menos que usted se ocupe de las emociones, su mensaje no resultará efectivo: ¿Qué podría generar confianza? Involucre a mensajeros de confianza. Mi esposa logró persuadir a unos pocos porque ellos la conocen. Los mensajeros de confianza no son solo los científicos. En efecto, demasiadas veces, los científicos usan demasiada jerga y, en el peor de los casos, son percibidos como coconspiradores. La gente de su comunidad que sobrevivió al COVID podría dar testimonio de la amenaza real que les presentó el virus, o los que perdieron a un ser querido por el COVID pueden apelar a otros de manera sumamente personales.

2. Dé el ejemplo: Publique fotografías en los medios sociales de líderes de la iglesia de todos los grupos étnicos de su comunidad que están vacunándose. Abra su iglesia para que sea un sitio de vacunación, en especial si está ubicada en una zona pobre de su comunidad. Grabe en video una entrevista con miembros que han sido vacunados. Si es posible, lleve a cabo una entrevista con un profesional médico. Un diálogo lo torna más accesible; en él, hable francamente sobre las preocupaciones que usted sabe que existen en su comunidad.

3. Lidere mediante la palabra: Use el púlpito para hablar de la importancia de vacunarse. Enmárquelo como una muestra de nuestro interés de cuidar de los demás, como parte de nuestro deber cristiano de proteger a la comunidad. Enmarque el mensaje en el contexto de la teología de la salud de la iglesia. Los adventistas poseemos una ventaja distintiva porque apoyamos la fe, apoyamos los remedios naturales y apoyamos la atención médica, en especial cuando es de naturaleza prevenible. Creemos en unos Y en la otra. Afírmelo en nuestra comprensión de los seres humanos como seres biopsicosociales y espirituales; en consecuencia, todo lo mencionado se aplica a la plenitud e integralidad (lo que incluye las vacunas). Aunque acaso usted pueda creer personalmente que las “teorías conspirativas” son inaceptables, evite términos tales como “creencias conspirativas” (4). Hable también para responder a los temores. He aquí algunos de los temores o creencias presentes en la comunidad de fe con la que consulté: “Vacunarse demuestra una falta de fe en la protección y el poder de Dios”; “Confío en los remedios naturales y espirituales”; “Soy joven y estoy sano”; “No confío en la ciencia; solo confío en la Palabra de Dios”; “No confío en el gobierno”. La predicación puede afirmar el papel de la fe, el poder de Dios, y la elección consecuente de Dios de facultar a los seres humanos para que estén en las manos de Dios en el ministerio de curación.

4. Sea valiente y realista: Hablar de estos temas puede resultar en reacciones intensas. Recuerde que las emociones usurpan la lógica y la razón. Sea valiente y tenga en cuenta que no podrá “ganarlos a todos”. Apunte tan solo a mover la aguja en la dirección correcta.

Hace diez años, fue mi privilegio organizar una conferencia sobre la iglesia y la salud mental. Un psiquiatra y líder de salud pública de la Organización Mundial de la Salud vino a participar del evento en la Universidad de Loma Linda. Nos hicimos amigos y él me dijo lo que más lo impresionó. En primer lugar, conoció a adventistas de todos los continentes. En segundo lugar, se enteró de que tomamos en serio la salud y que la hacemos parte de nuestras creencias espirituales. En tercer lugar, vio la red de iglesia locales, instituciones educativas e instituciones médicas en comunidades de todo el mundo. Como hombre de visión y pericia en el ámbito de la salud comunitaria, se preguntó por el poderoso alcance de una iglesia que podía activar la sinergia de sus iglesias, instituciones educativas y hospitales, motivados por convicciones religiosas de mejorar la salud de los necesitados.

¡Imagine si pudiéramos hacer eso para ayudar a poner fin a la pandemia! ¡Imagine de los miembros de iglesia pudieran activar este mensaje de salud que salva en sus comunidades! Estaríamos convirtiendo en realidad la visión de Elena White. Estaríamos viviendo el ministerio de curación de Cristo.

Carlos Fayard, PhD, es profesor asociado de psiquiatría en la Universidad de Loma Linda, director del Centro de Colaboración con la Organización Mundial de la Salud para la Capacitación y Salud Mental Comunitaria y autor del libro “Christian Principles for the Practice of Counseling and Psychotherapy” [Principios cristianos para la práctica de la consejería y la psicoterapia].

Fuentes

Charles Shey Wiysonge, Duduzile Ndwandwe, Jill Ryan, Anelisa Jaca, Oumarou Batouré, Blanche-Philomene Melanga Anya & Sara Cooper (2021): Vaccine hesitancy in the era of COVID-19: could lessons from the past help in divining the future?, Human Vaccines & Immunotherapeutics, DOI: 10.1080/21645515.2021.1893062
Murphy, J. et al. Psychological characteristics associated with COVID-19 vaccine hesitancy and resistance in Ireland and the United Kingdom. NATURE COMMUNICATIONS | (2021) 12:29 | https://doi.org/10.1038/s41467-020-20226-9
Halkitis, P. (2021) A New Public Health Psychology to Mend the Chasm Between Public Health and Clinical Care. American Psychologist, 75, 9, 1289-1296. http://dx.org/10.1037/amp0000743
Disinformation, Misinformation and Inequality-Driven Mistrust in the Time of COVID-19: Lessons Unlearned from AIDS Denialism

Jaiswal, C. LoSchiavo, D. C. Perlman

AIDS Behavior. 2020 May 21 : 1–5. doi: 10.1007/s10461-020-02925-y

Traducción de Marcos Paseggi

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