
As? tambi?n Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecer? por segunda vez, sin relaci?n con el pecado, para salvar a los que le esperan. Hebreos 9:28. MSV76 8.1
Cuando se produjo el primer advenimiento de Cristo, los sacerdotes y los fariseos de la ciudad santa, a quienes fueran confiados los or?culos de Dios, habr?an podido discernir las se?ales de los tiempos y proclamar la venida del Mes?as prometido. La profec?a de Miqueas se?alaba el lugar de su nacimiento. Miqueas 5:2. Daniel especificaba el tiempo de su advenimiento. Daniel 9:25. Dios hab?a encomendado estas profec?as a los caudillos de Israel; no ten?an pues excusa por no saber que el Mes?as estaba a punto de llegar y por no hab?rselo dicho al pueblo. Su ignorancia era resultado de culpable descuido? Todo el pueblo deber?a haber estado velando y esperando para hallarse entre los primeros en saludar al Redentor del mundo. En vez de todo esto, vemos, en Bel?n, a dos caminantes cansados que vienen de los collados de Nazaret, y que recorren toda la longitud de la angosta calle del pueblo hasta el extremo este de la ciudad, buscando en vano lugar de descanso y abrigo para la noche. Ninguna puerta se abre para recibirlos. En un miserable cobertizo para el ganado, encuentran al fin un refugio, y all? fue donde naci? el Salvador del mundo? MSV76 8.2
No hay se?ales de que se espere a Cristo ni preparativos para recibir al Pr?ncipe de la vida. Asombrado, el mensajero celestial est? a punto de volverse al cielo con la vergonzosa noticia, cuando descubre un grupo de pastores que est?n cuidando sus reba?os durante la noche, y que al contemplar el cielo estrellado, meditan en la profec?a de un Mes?as que debe venir a la tierra y anhelan el advenimiento del Redentor del mundo. Aqu? tenemos un grupo de seres humanos preparados para recibir el mensaje celestial. Y de pronto aparece el ?ngel del Se?or proclamando las buenas nuevas de gran gozo? MSV76 8.3
?Oh! ?Qu? lecci?n encierra esta maravillosa historia de Bel?n! ?Qu? reconvenci?n para nuestra incredulidad, nuestro orgullo y amor propio! ?C?mo nos amonesta a que tengamos cuidado, no sea que por nuestra criminal indiferencia, nosotros tambi?n dejemos de discernir las se?ales de los tiempos, y no conozcamos el d?a de nuestra visitaci?n!2Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 358-360. MSV76 8.4