Y antes de mucho las puertas del cielo se abrirán para recibir a los hijos de Dios, y de los labios del Rey de gloria resonará en sus oídos, como la música más dulce, la invitación: «¡Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino destinado para vosotros desde la fundación del mundo!» Mateo 24:34.
Entonces los redimidos recibirán con gozo la bienvenida al hogar que el Señor Jesús les está preparando. Allí su compañía no será la de los viles de la tierra, ni la de los mentirosos, idólatras, impuros e incrédulos, sino la de los que hayan vencido a Satanás y por la gracia divina hayan adquirido un carácter perfecto. Toda tendencia pecaminosa, roda imperfección que los aflige aquí, habrá sido quitada por la sangre de Cristo, y se les comunicará la excelencia y brillantez de su gloria, que excede con mucho a la del sol (Exaltad a Jesús, p. 48).
Abraham creía que Isaac era el hijo de la promesa. También creía que Dios había hablado con claridad cuando le ordenó que lo ofreciera en holocausto. No dudó de la promesa de Dios; en cambio creyó que si el Señor, que en su providencia había permitido que Sara tuviera un hijo en su vejez, le había pedido que tornara la vida de su hijo, se la podría dar de nuevo y levantar a Isaac de entre los muertos …
Y cuando la mano [de Abraham] se levantó para quitar la vida de su hijo, un ángel de Dios, que había estado observando toda la fidelidad de Abraham en su camino al monte Moría, lo llamó desde el cielo y le dijo: «Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único» Génesis 22:11, 12 (La historia de la redención, pp. 83, 84).
Para los que están perdiendo a sus amados en este mundo, cuán preciosas son su fe y esperanza en las promesas de Dios que les abren la vida inmortal futura. Sus esperanzas pueden fijarse en realidades invisibles del mundo futuro. Cristo ha resucitado de la muerte: las primicias de los muertos. La esperanza y la fe fortalecen al alma para que pase por las negras sombras de la tumba, con plena fe de surgir a la vida inmortal en la mañana de la resurrección. ¡El paraíso de Dios, el hogar de los salvados! Allí toda lágrima será quitada de todos los rostros. Cuando Cristo venga por segunda vez, para «ser admirado en todos los que creyeron» (2 Tesalonicenses 1:10), la muerte será sorbida con victoria, y no habrá más enfermedad, más aflicción, más muerte.
El Dador de la vida llamará a su posesión adquirida en la primera resurrección, y hasta esa hora triunfante, cuando resuene la trompeta final y el vasto ejército avance hacia la victoria eterna, cada santo que duerme será mantenido en seguridad y guardado como una joya preciosa, como quien es conocido por Dios por su nombre (That IMay Know Him, p. 362; parcialmente en A fin de conocerle, pp. 360, 361, y en Mensajes selectos, c. 2, pp. 309,310).
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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022.
4to. Trimestre 2022 «¿QUÉ ES EL HOMBRE? “LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA”»
Lección 4: «LA ESPERANZA DEL ANTIGUO TESTAMENTO»
Colaboradores: Wilber Valero & Esther Jiménez