DISPOSICIÓN A ESCUCHAR

EGW septiembre 12, 2022
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Elí era un buen hombre, de moral pura; pero era demasiado indulgente. Causó el desagrado de Dios porque no fortaleció los puntos débiles de su carácter. No quería herir los sentimientos de nadie y no tuvo el valor moral de reprender y reprobar el pecado. Sus hijos eran hombres viles y, aun así, no los apartó de sus responsabilidades. Profanaron la casa de Dios. Él lo supo y se sintió triste porque amaba la pureza y la justicia. Pero carecía de la fuerza moral necesaria para suprimir el mal. Amaba la paz y la armonía y se volvió más y más insensible a la impureza y al delito (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 507, 508).

Durante los tres primeros años de la vida del profeta Samuel, su madre le enseñó cuidadosamente a distinguir entre el bien y el mal. Usando cada objeto familiar que lo rodeaba, procuró dirigir sus pensamientos hacia el Creador. En cumplimiento de su voto de entregar a su hijo al Señor, con gran abnegación lo colocó bajo el cuidado de Elí, el sumo sacerdote, para ser preparado para el servicio en la casa de Dios… Su primera educación lo indujo a mantener su integridad cristiana. ¡Qué recompensa recibió Ana! ¡Y qué estímulo a la fidelidad es su ejemplo! (Conducción del niño, págs. 181, 182).

Dios dio a los hombres ojos para que contemplasen las maravillas de su ley. Les dio oídos para que escuchasen la predicación de su mensaje. Dio a los hombres el talento del habla para que presentasen a Cristo como el Salvador que perdona los pecados. Con el corazón el hombre cree para obtener justicia, y con la boca formula su confesión para ser salvado.

Todos deben custodio los sentidos, no sea que Satanás obtenga la victoria sobre ellos; porque son las vías de acceso al alma.

Tendrá que ser usted fiel centinela que vele sobre sus ojos, oídos y otros sentidos si quiere gobernar su mente y evitar que manchen su alma pensamientos vanos y corruptos. Solo el poder de la gracia puede realizar esta obra tan deseada.

Satanás y sus ángeles están atareados creando una condición de parálisis de los sentidos, para que las recomendaciones, amonestaciones y reproches no sean oídos; y para que, si llegan a oírse, no producirán efecto en el corazón ni reforman la vida (El hogar cristiano, p. 364).

Dios requiere que todos nosotros seamos obreros abnegados. Cada parte de la verdad tiene una aplicación práctica en nuestras vidas diarias. Benditos son los que oyen la palabra del Señor y la guardan. Oírla no es suficiente; debemos actuar, debemos hacer. Es en la práctica de los mandamientos que se encuentran grandes recompensas (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 63).

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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022.
3rd Trimestre 2022 «EN EL CRISOL CON CRISTO»
Lección 12: «MORIR COMO UNA SEMILLA»
Colaboradores: Wilber Valero & Esther Jiménez

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