Se habían dado profecías sencillas y específicas concernientes a la aparición del Prometido. A Adán se le dio la seguridad de la venida del Redentor. La sentencia pronunciada contra Satanás: «Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (Génesis 3:15), era para nuestros primeros padres la promesa de la redención que iba a obrarse por Cristo (Los hechos de los apóstoles, p. 180).
El plan de la salvación había sido concebido antes de la creación del mundo; pues Cristo es «el Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo». Apocalipsis 13:8. Sin embargo, fue una lucha, aun para el mismo. Rey del universo, entregar a su Hijo a la muerte por la raza culpable … ¡Oh, el misterio de la redención! ¡El amor de Dios hacia un mundo que no le amaba! ¿Quién puede comprender la profundidad de ese amor «que excede a todo conocimiento»? A través de los siglos sin fin, las mentes inmortales, tratando de entender el misterio de ese incomprensible amor, se maravillarán y adorarán a Dios.
Dios se iba a manifestar en Cristo, «reconciliando el mundo a sí». 2 Corintios 5:19. El hombre se había envilecido tanto por el pecado que le era imposible por sí mismo ponerse en armonía con Aquel cuya naturaleza es bondad y pureza. Pero después de haber redimido al mundo de la condenación de la ley, Cristo podría impartir poder divino al esfuerzo humano. Así, mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo, los caídos hijos de Adán podrían convertirse nuevamente en «hijos de Dios». 1 Juan 3:2 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 48, 49).
Pablo mostró cuán estrechamente había ligado Dios el servicio de los sacrificios con las profecías relativas a Aquel que iba a ser llevado como cordero al matadero. El Mesías iba a dar su vida como «expiación por el pecado». Mirando hacia adelante a través de los siglos las escenas de la expiación del Salvador, el profeta Isaías había testificado que el Cordero de Dios «derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores». Isaías 53:7, 10, 12.
El Salvador profetizado había de venir, no como un rey temporal, para librar a la nación judía de opresores terrenales, sino como hombre entre los hombres, para vivir una vida de pobreza y humildad, y para ser al fin despreciado, rechazado y muerto. El Salvador predicho en las Escrituras del Antiguo Testamento había de ofrecerse a sí mismo como sacrificio en favor de la especie caída, cumpliendo así todos los requerimientos de la ley quebrantada. En él los sacrificios típicos iban a encontrar la realidad prefigurada, y su muerte de cruz iba a darle significado a toda la economía judía (Los hechos de los apóstoles, pp. 184, 185):
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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022.
4to. Trimestre 2022 «¿QUÉ ES EL HOMBRE? “LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA”»
Lección 6: «ÉL MURIÓ POR NOSOTROS»
Colaboradores: Wilber Valero & Esther Jiménez