Los ángeles habían presenciado la agonía de su amado Jefe hasta que ya no pudieron soportar aquel espectáculo, y se velaron el rostro por no ver la escena. El sol no quiso contemplar el terrible cuadro. Jesús clamó en alta voz, una voz que hizo estremecer de terror el corazón de sus verdugos: «Consumado es.» Entonces el velo del templo se desgarró de arriba abajo, la tierra tembló y se hendieron las peñas. Densas tinieblas cubrieron la faz de la tierra. Al morir Jesús, pareció desvanecerse la última esperanza de los discípulos. Muchos de ellos presenciaron la escena de su pasión y muerte, y llenóse el cáliz de su tristeza.
Satanás no se regocijó entonces como antes. Había esperado desbaratar el plan de salvación; pero sus fundamentos llegaban demasiado hondo. Y ahora, por la muerte de Cristo, conoció que él habría de morir finalmente y que su reino sería dado a Jesús. Tuvo Satanás consulta con sus ángeles. Nada había logrado contra el Hijo de Dios, y era necesario redoblar los esfuerzos y volverse con todo su poder y astucia contra sus discípulos. Debían Satanás y sus ángeles impedir a todos cuantos pudiesen que recibieran la salvación comprada para ellos por Jesús. Obrando así, todavía podría Satanás actuar contra el gobierno de Dios. También le convenía por su propio interés apartar de Cristo a cuantos seres humanos pudiese, porque los pecados de los redimidos con su sangre caerán al fin sobre el causante del pecado, quien habrá de sufrir el castigo de aquellos pecados, mientras que quienes no acepten la salvación por Jesús sufrirán la penalidad de sus propios pecados (Primeros escritos, pp. 177, 178).
Moisés y Aarón debían morir sin entrar en Canaán, sujetos al mismo castigo que cayó sobre aquellos que se encontraban en una posición más baja. Se inclinaron sumisos, aunque con el corazón presa de una angustia indecible. Sin embargo, su amor por Dios y su confianza en él se mantuvieron inquebrantables. Su ejemplo es una lección que muchos leen por encima sin sacar ninguna enseñanza de ella. El pecado no parece pecaminoso. La propia exaltación no les parece grave.
Muy pocos se aperciben de la pecaminosidad del pecado. Y, sin embargo, se engañan pensando que Dios es demasiado bueno para castigar al transgresor. Los casos de Moisés y Aarón, de David y muchos otros, muestran que pecar de pensamiento, palabras o acciones no es asunto seguro. Dios es un Ser de infinita compasión y amor. En el discurso de despedida que Moisés dirigió a los hijos de Israel dijo: «Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso». Deuteronomio 4:24. La conmovedora súplica de Moisés pidiendo que se le permitiera entrar en Canaán fue firmemente rechazada. La transgresión en Cades fue pública y notoria. Cuanto más elevada era la posición del transgresor, cuanto más distinguido era el hombre, tanto más firme era el decreto y más cierto el castigo ( Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 363, 364).
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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022.
4to. Trimestre 2022 «¿QUÉ ES EL HOMBRE? “LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA”»
Lección 6: «ÉL MURIÓ POR NOSOTROS»
Colaboradores: Wilber Valero & Esther Jiménez