Por mandato de Dios los hijos de Israel fueron conducidos a Refidim, un lugar carente de agua. El Señor, oculto en la columna de humo, los conducía y por su expreso mandato acamparon en ese lugar. Dios sabía que en Refidim faltaba el agua, pero él los condujo allá para probar la fe de ellos…
Hoy muchos piensan que cuando comienzan su vida cristiana se encontrarán libres de toda necesidad y de toda dificultad. Pero todo aquel que toma su cruz y sigue a Cristo tiene un Refidim en su camino. La vida no está toda hecha de verdes prados ni de aguas de reposo. El desaliento nos alcanza; llegan las privaciones; se producen incidentes que nos ponen en dificultad. A medida que avanzamos en el sendero angosto haciendo, según creemos, lo mejor, encontramos pruebas dolorosas que nos asedian… Acusados por la conciencia razonamos que si hubiéramos caminado con Dios nunca hubiésemos sufrido de este modo…
En su misericordia, él no siempre nos coloca en los lugares más fáciles; pues si lo hiciera, por nuestra autosuficiencia olvidaríamos que el Señor es nuestro ayudador en tiempo de necesidad… Él permite los desengaños y las pruebas para que percibamos nuestra impotencia y aprendamos a pedir ayuda al Señor, como un niño que cuando está hambriento y sediento se dirige a su padre terrenal (Reflejemos a Jesús, p. 345).
Moisés golpeó la roca, pero Cristo estuvo junto a él e hizo fluir agua de la peña. El pueblo tentó al Señor en su sed, y dijo: “Si nos ha traído hasta aquí, ¿por qué no nos da agua, así como nos dio pan?” Este “si” puso de manifiesto su culpable incredulidad, e indujo a Moisés a temer que Dios los castigara por causa de sus impías murmuraciones. Dios probó la fe de sus hijos, pero estos no soportaron la prueba. Murmuraron por el alimento y por el agua, y acusaron a Moisés. Por su incredulidad, el Señor permitió que sus enemigos los atacaran, para manifestar a su pueblo de dónde procedía su fortaleza (La historia de la redención, p. 136).
He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel. Éxodo 17:6…
El agua refrescante, que brota en tierra seca y estéril, hace florecer el desierto y fluye para dar vida a los que perecen, es un emblema de la gracia divina que solo Cristo puede conceder, y que, como agua viva, purifica, refrigera y fortalece el alma. Aquel en quien mora Cristo tiene dentro de sí una fuente eterna de gracia y Fortaleza (A fin de conocerle, p. 25).
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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022.
3rd Trimestre 2022 »EN EL CRISOL CON CRISTO«
Lección 3: «LA JAULA DEL PÁJARA»
Colaboradores: Wilber Valero